La Hora de la Digestión
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www.lahoradeladigestion.com
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Reversed Medicine

En los últimos años aposté por un cambio de perspectiva que me ha ayudado a resolver casos a priori difíciles. Me ha acercado mucho a los pacientes y gracias a esa confianza nos hemos entendido mejor. Con el tiempo quise escenificar esa práctica clínica y ahora he pasado de hacer fotografías de las lesiones que presentan los pacientes, a darles la cámara y que sean ellos los que fotografíen y plasmen su punto de vista.

El estudio clásico de la Medicina y la Arquitectura unidos comprenden una mezcla tan amplia de conocimientos, que podríamos decir que una persona que ostentase ambas carreras tendría, en mayor o menor medida,  información de todas las otras ramas del conocimiento humano.

 

Si para estudiar la anatomía humana se ha de conocer la embriología y, por tanto, la anatomía animal; para el conocimiento del enfermar han de tenerse nociones de veterinaria y estudiar las zoonosis; si la filosofía es estudiada para entender la psicología; ha de dominarse la estadística para avanzar en investigación terapéutica; los conocimientos de química orgánica son la base del metabolismo y los de inorgánica, del desarrollo farmacéutico; es también sabido que para asentar una vivienda se requieren conocimientos geológicos y del conocimiento de la resistencia de los materiales dependerá el que perduren; la sociología y por ende, las costumbres han de entenderse para urbanizar las ciudades.

 

Los arquitectos son artistas, conocen la historia del arte y el arte del diseño. También los médicos han de ser un poco profesores para enseñar a sus discípulos y tener algún conocimiento idiomático para aprender de otros colegas. Por añadidura médicos y arquitectos, no es menos cierto que han de conocer leyes y normativas, deben estar familiarizados con el lenguaje jurídico y mas les vale poseer ciertos conocimientos financieros, de marketing o informática, pues como profesionales liberales que usualmente son, constituyen cada uno de ellos empresas en si mismos.

 

Los humanos somos muy amantes de hacer croquis. Pillamos papel cuadriculado, le colocamos encima la regla calibrada y comenzamos a mover el lápiz “más rápido que canta un gallo”. Cuando decididos a gastar la paga extra en remozar la cocina o el baño, ampliar el salón o cerrar la terraza, encendemos el flexo y con el atrevimiento que da la ignorancia, nos disponemos a diseñar chapuzas. No hay más que ver las fachadas de los edificios de nuestros vecinos, pródigos en muros de carga que no cargan pero quitan luz, de blancas balaustradas modelo “sin comentarios”, combinaciones de piedra y azulejo que “no pegan ni con cola”, y toda suerte de colores en las pinturas.

 

Eso si, me refiero a las casas de los vecinos, que las nuestras siempre las vemos perfectas... Ya se sabe, “para un padre, ningún niño es feo”, ni le huelen los restos gaseosos de la digestión. Que cada cual está contento con su reforma, nos gusta porque lo diseñamos nosotros, con el pequeño lápiz y la susodicha cuadrícula que pillamos la ultima visita a Ikea.

 

Nos gusta hasta que deja de gustarnos, que suele ser cuando comprendemos que había otras opciones. Es lo que siempre me gustó de los arquitectos. Con suma educación y reprimiendo comentarios, le dan la vuelta al planito casero que con esmero nos ocupó la tarde de dos domingos seguidos. Se lo presentamos con orgullo y en un plis-plas, nos presentan como por arte de magia una alternativa fantástica que ni en sueños se nos había pasado por la mente.

De pronto es como si la casa creciera, descubrimos que nos sobran espacios que nunca usamos y vemos como en los mismos metros cabe todo lo que queríamos y además nos salen un par de armarios empotrados con los que no contábamos.

 

Un día, no hace demasiado tiempo, me paré a pensar el por qué. Claro que la experiencia y los conocimientos son la razón de los diseños arquitectónicos, pero pensé que podría influir el hecho de que al enseñarles el plano, ellos le dan vueltas y lo ven desde todas las perspectivas. Eso lo hacían los radiólogos clásicos cuando tenían muchas radiografías que informar. Simplemente al colocarlas en el negatoscopio las ponían del revés para que la rutina no engañase a la mente y las lesiones no pasasen desapercibidas.

 

La cosa es que comencé a hacer yo lo mismo. Cuando en consulta me enfrentaba a un paciente complejo, comencé a darles la vuelta. En aquellos casos de larga evolución que venían a verme tras muchos años de síntomas sin que hasta el momento hubiese encontrado mejoría; o en esos otros a los que les habían realizado muchas exploraciones complementarias sin llegar a un diagnóstico, hacía el esfuerzo mental de intentar ver las cosas desde otro punto de vista.

 

Hace unos 5-6 años vino a verme una mujer desde Polonia que había consultado a 17 gastroenterólogos antes de llegar a vernos. Resulta que padecía diarrea que con el tiempo se había ido mitigando en parte, pero se presentaba nuevamente cada vez que viajaba a los Estados Unidos, cosa que hacía con frecuencia para ver a algún hijo, y ello le estaba consumiendo. En este tipo de casos, me dí cuenta de que tenía que cambiar la perspectiva.

 

La cosa es que cuando tengo un caso de segunda opinión como los que os cuento, suelo levantarme de mi sillón, de ese que confortable sillón de cuero que los médicos solemos tener para aguantar tanto tiempo sentados recibiendo pacientes. Me levanto y voy a otro extremo de la habitación, suelo sentarme al lado del paciente y les digo: “ si otros compañeros han puesto empeño y no han conseguido encontrar lo que le ocurre a usted, probablemente es por dos razones: o no se han entendido entre los dos, o las cosas se han analizado siempre desde el mismo punto de vista. Así que vamos a comenzar desde el principio y a enfocarlo de otra manera”.

 

Este cambio de perspectiva me ha ayudado mucho a resolver casos a priori difíciles. Me ha acercado mucho a los pacientes y gracias a esa confianza nos hemos entendido mucho mejor. Con el tiempo quise escenificar esa práctica clínica y ahora he pasado de hacer fotografías de las lesiones que presentan los pacientes, a darles la cámara y que sean ellos los que fotografíen y plasmen su punto de vista.

 

Ahora llevo unos días intentando darle un nombre a esta técnica fotográfica, a esa fotografía desde el lado del cliente, o en este caso desde el lado del paciente. Creo que le llamaré un “ReVersed ®”

 

La sociedad evoluciona con rapidez gracias a la gran difusión de la información. Cada vez más los pacientes nos aportan información de gran ayuda para conseguir su diagnóstico u obtener los mejores resultados de tratamiento. El paciente está centrado en un solo problema, el suyo y se convierte en un especialista. El médico ha de aprovechar esos conocimientos y trabajar en equipo para dar respuesta.

 

Os invito a que cuando vayáis al médico, al peluquero, al profesional que le hace el tatuaje o la manicura, cuando os estén sacando una muela, diseñando la casa o enroscando las ruedas de churros, le pidáis permiso para hacerles un “ReVersed ®”. Así todos nos podremos enterar de los buenos profesionales que tenemos alrededor.

 

En fin, es una idea. Ojala se convierta en una tendencia.