La Hora de la Digestión
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Una de fobias y enfermedades psicosomáticas.

El stress es como la energía, que ni se crea ni se destruye, solo se transforma.

 

Eso si, se presenta ante nosotros de diferentes maneras, de las que la más común es la ansiedad. La ansiedad es un estado desagradable en si mismo, es no encontrarse bien nunca, ni con todo el dinero del mundo, ni aunque te den “gloria bendita”; es como lo que se siente cuando añoras algo fuertemente y crees que no lo volverás a tener nunca, como cantaría Albert Hammond. Como lo que le pasó a Manolo Escobar con el carro, que lo perdió y estuvo pensando en él toda su vida... La ansiedad es lo contrario de la felicidad.

 

Una persona feliz es la que se encuentra a gusto por estar donde quiere y con quien quiere en ese momento concreto. Como estaba Albano con Romina al principio de su relación, encantado de la vida, que el caballero se ponía los tacones y olvidaba sus complejos, y no tenía que comprarse un todoterreno ni una moto grande para ver a la gente desde arriba. El tío con su rubia de la mano, cantaba “Felicitá” como un campeón y no pensaba ni en la cirugía refractiva.

 

Es necesario ser feliz. Es lo que queremos todos, y para ser feliz es conveniente rodearse de personas a las que uno quiere, independientemente de lo material, que “contigo, pan y cebolla”. Pero también es necesario no tener ansiedad, pues en esas condiciones, no estaremos contentos por más cosas buenas que tengamos alrededor.

 

La ansiedad desgasta poco a poco y, por tanto, hemos de evitar generarla porque una vez fabricada, no se destruye. Es como una pesada mochila que nos hace la vida incómoda,  como el dolor, difícil de soportar por mucho tiempo. Es una alarma que nos dice “ya no puedes más”, como si fuese Camilo Sexto, que nos avisa de que se enciende la luz roja en los niveles de “jartura”, y de que tenemos que resolver el problema. 

 

En estos años de Medicina atendí muchos pacientes que venían con el diagnóstico de “nervios”, y que sin embargo estaban realmente enfermos; y otros muchos que pensaban que tenían una enfermedad grave y que por el contrario, estaban trasformando su ansiedad en síntomas físicos. Sin darse cuenta, estaban somatizando, cambiando la insoportable ansiedad que les producía algún problema social, laboral o familiar, algún trauma infantil o desafecto, por  dolor de estómago, vómitos, diarrea, proctálgias fugaces (espasmos anales), hipereructación, etc. 

 

Decidí hacerme un pelin psicólogo y suelo avisar a los pacientes que vienen a verme, que les trataré como si fuese dos profesionales en uno. Con un ojo miro el ecógrafo y con el otro analizo a la persona. Sigo una línea digestiva diagnóstica y otra psiquiátrica-psicológica con idea de determinar cuanto pesa cada parte en el problema que me plantean. 

 

Una vez oí por la radio a un señor, era un guardia civil que había sufrido un atentado de ETA. El autobús en el que se trasladaba junto a sus compañeros saltó por los aires. Le oí contar lo sucedido y le imaginaba con la boca seca, la respiración entrecortada y los músculos del cuello tensionados por la gran ansiedad. Contaba como salió despedido y al volver a socorrer a sus compañeros, habiendo ya perdido la audición por el estruendo, pudo ver los trozos de los cuerpos de los compañeros esparcidos en la furgoneta. Entonces entendí bien que era la ansiedad, que como bien él explicaba, es una sensación que le ocurría desde ese día, de no estar feliz en ningún sitio ni en ningún momento.

 

El cerebro, para no soportar la ansiedad, la trasforma y se presenta ante nosotros camuflada, con mil disfraces distintos. Puede presentarse con un disfraz psicosomático, como un dolor de estómago, con una careta de hipocondríaco, una capa de maniático del orden o un abrigo fóbico.

 

Cuando uno se pone ese tipo de abrigo, con frecuencia es para toda la vida o al menos, se pasa varias temporadas con él, ya sea invierno o verano. Las fobias son frecuentísimas, ¡quién no tiene una! Hay quien tiene fobia a dormir en habitación cerrada, a las alturas, rechazo a los pájaros, a volar en avión o a conducir. Hay casi tantas fobias como personas en el mundo, y algunas son muy raras, como la fobia a mirar hacia arriba, a los números o a los ombligos.

 

La onfalofobia es un rechazo a tocar, mirar o a que le toquen o miren a uno el ombligo. Yo sabía que eso de mirarse uno su propio ombligo no era, en general, una costumbre muy seguida, pero lo opuesto me resultó raro la primera vez que lo vi, y ya han sido varias.

 

En fin, cada día los pacientes nos lo ponen más difícil. Con solo tapar el ombligo pude completar la ecografía, y la ansiedad de la paciente frenar. Aunque solo momentáneamente, pues debajo el ombligo sigue estando, como persiste el problema de fondo, así que animaos que pronto habrá de nuevo rebajas y podemos conseguir otro abrigo. 

 

Dr. Carlos de Sola Earle

Instituto de Enfermedades Digestivas

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