La Hora de la Digestión
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Bowel, el flaco pescador .

Con la profesionalidad de quien se siente aficionado a su trabajo, Bowel “El Corto”, como así lo llamaba su abuelo de origen inglés, realmente es tan larguirucho como menudo, pelirrojo tupé asomando de una gorrita azul que le protege del sol, se pasa la vida con los pies en el lodo, es todo un malabarista de la pesca. Como esos personajes de los documentales, conoce todas las especies que habitan en ese largo y tortuoso río que es el intestino delgado. Podemos verlo caña en mano, de su chaquetilla cuelgan variados anzuelos y reclamos, tan efectivo como selectivo su tarea es suministrar todo tipo de viandas a sus vecinos.

 

 

Bowel es un perfeccionista, deja sus aperos apostados en cada uno de los meandros de ese tan peculiar cauce y con esmerada paciencia se sienta a esperar. Siempre está preparado para cuando la corriente tenga a bien hacer pasar hidratos de carbono, proteínas, grasas, minerales y vitaminas para pescar. Se basta y sobra para la captura, el solito hace acopio de los alimentos necesarios para abastecer a sus vecinos. Bien con un salabar, a chambel o desplegando un copo de agua dulce que el mismo se ha confeccionado para tal fin, no hace más que añadir capturas una tras otra como si de un concurso de pesca deportiva se tratase. Tiene en cuenta todos los pedidos que cada mañana temprano recibe, como aquellos pescadores de Los Boliches en los que confían los propietarios de múltiples barecitos, tascas y restaurantes de ese cosmopolita conglomerado de calles incrustado en nuestra vecina Fuengirola. 

 

Debe atender a sus clientes, variados y de gustos tan diversos como los del barrio mencionado, confluencia de toda suerte nacionalidades y personalidades.  Bowell conoce su río en detalle, sabe qué y cómo ha de pescar en cada zona. En los “rápidos duodenales” utiliza unas redes especiales que adhieren los pescaditos de hierro y calcio; en los “meandros del yeyuno” la pesca es muy abundante y variada, y para ello Bowel “El Corto”, despliega toda suerte de anzuelos y señuelos que van captando sin pausa especies tan variadas que hacen de este cauce el más exuberante de los nunca conocidos. 

 

La presa gástrica río arriba abre la compuerta pilórica, y por momentos el río se convierte en torrente y adquiere tal velocidad que bien podrían hacer rafting en él turistas como los que acuden al Río Garona a su paso por el Valle de Arán en verano. Es el momento de la acción y entonces Bowel ha de agilizar, mostrar su destreza y rapidez, moverse de un lado a otro y recorrer cada recodo, cada pliegue, hasta entrar en sintonía con el río y fundirse en él, como el protagonista de “Big Fish”, haciendo del río la continuación de su hogar. Pescador y río son uno mismo.

 

En realidad, es un antónimo de río; a diferencia de los demás, éste pierde caudal según avanza. En el ileon pélvico (terminado en “n”, es la parte final del río) el agua se remansa y ya en el ileon terminal, se podría decir que es un arroyo que vierte en pequeños estertores a ese mar llamado ciego, como el Jordán trasporta hasta el Mar Muerto su concentrado contenido una vez sus ricas aguas nacidas en los Altos del Golán han sido intensamente explotadas a su paso por Israel.  Este desagüe permite a Bowel dejar escapar las especies nocivas que saltan el dique de la presa o entran por vertidos tóxicos de las industrias hepáticas. 

 

No obstante, precisamente en esta zona distal del ileon es donde ha de estar más atento para adquirir capturas valiosas por su contenido en nutrientes esenciales, como es  el “Pez Magnesio” o “el Siluro B-12”, el cual necesita de un anzuelo específico que se conoce como factor intrínseco, fabricado en las paredes del estómago. Es en este último tramo donde se recuperan unos aditivos biliares y pancreáticos especiales, que el mismo Bowel deja entrar en su río para permitir la pesca de esos “peces grasos” tan necesarios por su contenido en vitaminas liposolubles (A,D,E,K). 

 

Fijaos, ante una anomalía de la pared del intestino se producen filtraciones y Bowel intenta contener la fuga con “sacos de peritoneo y grasa del epiplon”. No siempre lo consigue con este sistema que los médicos llaman plastrón y el vertido da lugar a la formación de un afluente antinatural, un “Regato Fistuloso” de consecuencias impredecibles. De igual forma, cuando son los “ingenieros quirúrgicos” los que desvían el río, se pierden los caladeros del ileon terminal y la población ha de recurrir a la importación intramuscular de algunos productos esenciales para la vida. 

 

La alteración del equilibrio en del mercado interno lleva a que los órganos del cuerpo se deban proveer por otras vías diferentes a la oral para que no queden afectados los sistemas visuales, la coagulación, la calcificación de los huesos y las defensas. Si no se atajase este problema, todo el cuerpo comenzaría a enfermar y envejecer más rápido.

 

El valioso fluir del llamado “quilo” a veces se ve alterado en el Río Delgado y Bowel observa como las aguas bajan más turbias por exceso de fibra o más rápidas por la presencia de laxantes. Entonces, le cuesta distinguir algunas especies o pasan tan rápidas que no es posible atraparlas y si bien no suelen afectarse las capturas de proteínas, si la de algunos elementos esenciales como las hierro, zinc y otros minerales, que nuestro experto pescador es incapaz de detectar en esas condiciones. Se produce el consiguiente desabastecimiento a sus clientes que comenzarán a enfermar si no cambian las composiciones de productos que añaden los químicos a la presa.

 

En otras ocasiones, sin saber bien porqué, ocurre una destrucción selectiva de algunos tipos de anzuelos y de pronto dejan de picar en ellos algunos peces que como las “percas lactosas” son especies muy escurridizas y delicadas. Apenas cambia la flora bacteriana del río, se contamina por antibióticos, virus, bacterias o antiinflamatorios, y entonces estos pequeños pececillos son los primeros en dejar de entrar al engaño y se escapan río abajo aumentando mucho el caudal, su concentración aumenta y resultan un contaminante en si mismos, crecida que los lugareños conocen de tiempo inmemorial como “la diarrea”.

 

Siempre atento a los depredadores de anzuelos y a las plagas de gluten que tunelando madrigueras destruyen las riveras del río, Bowel conoce los peligros de su territorio. Sabe del riesgo de que los castores conformen presas a base de barricadas no digeribles de bezoar o de los efectos del urbanismo tumoral o las catástrofes naturales inflamatorias que pueden provocar una obstrucción en el transitar de la corriente. Entonces, se activa la alarma de atasco, que los médicos llaman íleo (esta vez sin la “n”), se abren las microscópicas exclusas laterales que dejan salir los chanquetes de azúcar para mantener la población nutrida mientras con urgencias vuelven a actuar los “ingenieros quirúrgicos”, otra vez, para salvar la vida a la comunidad.

 

Doctor Carlos de Sola Earle

Instituto de Enfermedades Digestivas de Marbella
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