La Hora de la Digestión
La Hora de la Digestión
www.lahoradeladigestion.com
www.lahoradeladigestion.com

SuperApéndice 86, el agente infiltrado “tan quieto como inquieto”

El pequeñito larguirucho, prototipo de espía torpe, pretende pasar desapercibido pero casi siempre termina metiendo la pata, delatándose y liando “la grande”

 

 

Repanchingado en su inseparable sillón, oculto tras el periódico, es mas bien un espía, un agente secreto destacado en el colon, oculto en un recodo del pasillo, en el extremo llamado ciego, fuera del itinerario habitual, lejos del alcance de las miradas de los visitantes.

 

No podría decir que es un detective aunque no le faltan cualidades para escrutar. Su morfología es de "hombre trampa", siempre inmóvil y paciente, a la espera de que algún microorganismo caiga en su seno para analizar sus intenciones.

 

Nuestro SuperApéndice es como una de estas personas que existen en las empresas y sobre las que el resto de los empleados saben realmente poco. Sus compañeros desconocen cuál es su verdadera función pero todos intuyen que tiene muy buena relación con el jefe. Un Superagente 86 de la misma escuela que el protagonista de esa famosa serie de TV tan graciosa creada por Mel Brooks en los años 70 (“¡Anda, haced una incursión por YouTube para ver algún capítulo!), que a fuerza de sospechársele inoperancia, se le deja hacer y quizá por casualidad o simple coincidencia, resuelve los casos. A fuerza de estar fijo, poco a poco se mimetiza con el entorno y conforme avanzan los años va cayendo en el olvido, pues parece que la empresa funciona bien sin su concurso.

 

Este inmuno-espía se comporta de manera parecida a esos operarios que, en una cadena de fabricación, antes de que el producto sea envasado, escoge muestras al azar para valorar su nivel de calidad y acabado. Pero en realidad, su misión no es analizar los alimentos, sino a los propios empleados y quizá también a los posibles intrusos. Se encarga de controlar a las bacterias intestinales que trabajan en nómina en el tubo digestivo y de renovar sus permisos de residencia en el complejo.

 

Este topo vigila que los empleados se mantengan en línea con los objetivos de la empresa, y cuando alguna bacteria sufre cambios en su forma de actuar o sospecha que puedan generar una amenaza para el cuerpo, inmediatamente manda uno de sus enlaces, los linfocitos de la pared intestinal, con información detallada a todo el servicio secreto inmunológico, que estará alerta para bloquear la entrada a las zonas nobles de la empresa de estos “elementos subversivos”.

 

La cosa es que este Superapendice 86, sin ser en si mismo un agente doble, por su torpeza, propia de un órgano tan primitivo y con escasa formación, a menudo crea más problemas que aportaciones, y digamos que se mete en líos innecesarios que llevan a ninguna parte y no queda mas remedio que eliminarlo, como frecuentemente es necesario extirparlo. Y sin el espía, aparentemente todo funcional igual, pero a la larga seguro que habrá consecuencias.

 

Bien podría ser un actor de cine, SuperApéndice es un personaje de película, un modelo de eterna juventud, pues rara vez enferma. Apenas algún granito o un sangrado, ambas circunstancias rarísimas, son poquitos los casos en que crecen pólipos o tumores en el apéndice, o aparecen úlceras sangrantes en este sujeto. Tiene que dar la casualidad de que una pastilla de aspirina o antiinflamatorio tropiece y quede allí alojada, en su sillón, y erosione su "gabardina". Es algo más habitual que "críe algún cálculito" en su interior, aunque eso no sabemos bien si es dañino en si mismo. La cosa es que como los detectives privados de las novelas, siempre están activos y sanos, que cuando enferman es porque el guionista quiere acabar con él de un plumazo.

 

Mueren relativamente jóvenes, de forma inesperada y cruenta, degollados por el bisturí de algún compañero e incluso en ocasiones por error, cuando aún están en plenas facultades para su "en apariencia inútil" cometido.

 

La naturaleza nunca se equivoca y los empresarios difícilmente pagan una nómina por pagarla, y aunque otros empleados miren con recelo a ese compañero que aparentemente no hace nada, seguro que está ahí por algo. Quizá cree buen ambiente, aporte estabilidad, puede que sea la “memoria histórica de la empresa” o simplemente esté ahí para protegerlos.

 

En cualquier caso, no esta la cosa para echar gente al paro!

 

 

Carlos M de Sola Earle

www.lahoradeladigestion.com