El aparato digestivo podría representarse como un túnel principal segmentado en secciones con diferentes diámetros y velocidades. Algo así como un túnel de lavado en el que el alimento, como si fuese un coche, pasa por diferentes secciones interconectadas gracias a contracciones circunferenciales conocidas como peristaltismo.
Este movimiento electrónicamente regulado como en los lavacoches o en las cintas de los aeropuertos consiguen diferentes velocidades de tránsito. Por algunos tramos el alimento pasaría rapidamente (esófago), en otros haría paradas largas para enjabonamiento (estómago), luego iría a una zona más larga y de velocidad intermedia para desenjuague y secado (intestino delgado) para finalmente ir a la sección de encerado (colon) y "exit".
Igual que en el túnel de lavado hay conductos que aportan agua, jabón o cera, al tubo digestivo principal se conectan otros secundarios como son el árbol biliar y el sistema pancreático, que en realidad, son un sistema de conductillos que trasportan fluidos digestivos necesarios para el proceso de la digestión.
Siguiendo con el simil, para completar este fascinante entramado tan especializado, existen en el tubo digestivo unos elementos que conocemos como esfínteres. Son músculos evolucionados muy especializados, a modo de anillos de retención, con funciones de esclusa entre los diferentes segmentos. Controlan el tiempo de paso del alimento de una a otra sección, evitan el retorno, regulan las presiones del interior del tubo digestivo y controlan el aporte de los fluidos biliar y pancreático.
Los esfínteres digestivos, también llamados válvulas, como las que tendría el lavacoches, son cada uno de ellos un elemento fundamental e insustituible, compuesto de un complejo y especializado sistema neurológico que permite su apertura y cierre controlado local o centralmente desde el cerebro.
Las válvulas del sistema digestivo, igual que los componentes electrónicos, son muy sensibles y delicadas. Llegado este punto, los diagnósticos y reparaciones no se hacen en el departamento de chapa o pintura, veasé radiología y cirugía. Cuando falla un sensor y al tocar la bocina se encienden los faros, o cuando el intermitente se queda pillado, cuando no podemos tragar, tenemos reflujo o estreñimiento evacuacional, cuando la bilis no es secretada adecuadamente, entonces hay que ir al mecánico electrónico y conectar el sistema a un ordenador.
Cuando por ejemplo, la comida entra en el estómago, se produce el cierre de las válvulas proximales y distales, cárdias y piloro. Entonces el peristaltismo gástrico se activa para mezclar alimentos con jugo gástrico y la presión dentro de la cavidad gástrica se incrementa. El proceso concluye cuando el alimento está adecuadamente digerido y los sensores de la pared gástrica que están continuamente analizando su composición, envian información al cerebro para la apertura del píloro y el paso de alimento digerido, a lo que llamamos "Quilo", al duodeno.
Imaginaos lo complejo del mecanismo de funcionamiento de este proceso que trata a la vez y sucesivamente diferentes alimentos y bebidas en un simple almuerzo, que además ha de conservar nutrientes esenciales sin deteriorar para su posterior uso, cuidar las cantidades procesadas para evitar que la sobrepresión coindicione molestias (hinchazón, acidez por reflujo, etc...), y todo ello mientras hablamos de negocios, vemos la televisión o pensamos como llegar al corazón de la compañera de mesa.
Este sistema es mucho mas avanzado que el mejor de los túneles de lavado posibles y hemos de cuidarlo.
Dr. Carlos de Sola Earle
Instituto de Enfermedades Digestivas de MARBELLA