Alguna que otra vez he dado a elegir al paciente entre saber exactamente lo que tiene ó curarse y casi siempre optaron por la segunda opción. Son casos de largo padecimiento, sometidos a todo tipo de estudios, en los que la confianza en la Medicina está al límite y claramente necesitan una rápida mejoría.
El Jerez Cream ó el Pajarete de Málaga, como otras mezclas de vino, según la bodega que lo produzca, resultan más o menos dulce o sientan mejor o peor al cuerpo. Lo mismo pasa con los médicos.
Que los
hay más o menos cariñosos, humanos, vocacionales, prácticos, amables, simpáticos o cercanos, está claro, pero ninguna de estas cualidades hace que un paciente se desplace kilómetros para depositar su
confianza en ese doctor. Si los médicos no curan, el paciente no vuelve.
Para curar han de desarrollar facultades tales como capacidad de trabajo o profesionalidad; junto a cualidades imbuidas en la personalidad desde pequeños como son la bondad, objetividad, curiosidad o humildad. Mezclados todos estos ingredientes de diferente manera en base a su escuela, experiencia, visión de la profesión ó lo que piensan le hace más eficaces, resultan diferentes tipologías médicas que si las lleváramos al extremo definirían a tres tipos de profesionales a saber:
Los médicos centrados en el diagnóstico.
Estos
aplican todas las técnicas a su alcance hasta conseguirlo y así quedar aliviado, pues piensan que una vez hallado el diagnóstico de la dolencia, la etiqueta a ese caso, el tratamiento, si es que
tiene, es obvio y vendrá protocolizado. Cuando no hay cura conocida (es decir publicada) no se agobian, simplemente no hay y punto.
Un extremo de esta visión sería decirle al paciente que tiene, por ejemplo, una colangitis esclerosante primaria asociada a colitis ulcerosa con patrón típico HLA B27 positivo y p-ANCA a título muy
elevado; y al contestar el paciente "y bien doctor, ¿cuál es el tratamiento?” Contestarle: “ninguno, esto es para toda la vida.”
Este subtipo médico se adhiere al protocolo establecido hasta la última coma. Son muy de seguir indicadores, clasificaciones, guías clínicas, niveles de
fiabilidad, etc. Son los que defienden la “Medicina basada en la evidencia” por encima de todo. La evidencia de los que tienen tiempo o recursos de evidenciarla, claro está, de los que se quedan
enganchados a la universidad, a grandes hospitales y dedican más a docencia que a experiencia. Siguen una protocolización detallada para el manejo de cada enfermedad, fase o subgrupo de las mismas y
no escatiman en pedir y pedir pruebas sin atender a coste o molestia para el paciente o la administración.
Cuando el paciente nos pregunta el porqué hicimos tantas pruebas si no hay tratamiento curativo, le contestamos que son necesarias para determinar el pronóstico. “En fin, saber cómo y cuánto va a vivir usted” y eso parece que nos consuela. Claro que ahí el paciente no nos suele decir lo que piensa, pero se le adivina si alcanza a conectar su mirada con la del médico en algún momento que este la aparta del ordenador.
Los médicos centrados en el tratamiento.
Utilizan su experiencia para confirmar que el diagnóstico que ellos u otros compañeros han establecido justificaría un procedimiento terapéutico, en el que se
centrarán a partir de ese momento.
Una
señora consulta a urgencias por dolor abdominal de meses de evolución que le impide hacer una vida normal. En una ecografía se le detecta un quiste de ovario y sobre el que bastase la sospecha de que
pudiera ser maligno para justificar la intervención quirúrgica. Una vez tomada la decisión de operar, es la técnica en si la que toma el protagonismo en detrimento del problema original del paciente,
el dolor abdominal, que fue lo que le llevó a consultar.
Y es que
estos médicos, no es que sean más practicones y los anteriores teóricos, sino que hacen aquello para lo que han sido formados y se ajustan a las circunstancias de nuestra praxis profesional en cada
momento. Para este grupo no existe una protocolización tan rígida, sino unos márgenes entre los que moverse. Son algo más ingenieros, centrados más en el procedimiento que en el resultado
final.
El extremo de este caso se resumiría en la típica frase "la operación ha sido muy complicada pero un éxito, de lo mío ha quedado perfecto, por suerte no era maligno pero hemos podido extirpar el quiste en su totalidad junto con el ovario y la trompa derechos; hemos aprovechado para quitarle el apéndice en prevención y limpiarle unas adherencias internas." Y cuando esta estupenda paciente se recupera pregunta: “¿Doctor, el quiste era la causa de mis dolores abdominales?” Bueno…, hable usted con su Médico que le siga estudiando.
Hay médicos mas centrados en la curación.
Es el objetivo de los anteriores dos grupos, por supuesto, curar el paciente, pero mientras unos creen que lo van a conseguir a partir de lo que piensan es un diagnóstico correcto y otros aplicando una técnica exquisita o tratamiento supernovedoso; los componentes de este tercer grupo se centran en el paciente entendiendo que no hay enfermedades sino enfermos y han de establecer un tratamiento a medida para cada caso.
Son sanadores, no los llamaremos curanderos para evitar confusiones. Dentro de este tercer grupo se alinean aquellos doctores que han de tratar las enfermedades
inflamatorias intestinales por razones que analizaremos. Entiendo que los protocolos y los estudios de evidencia son aplicables a los casos puros y típicos, pero la realidad es otra en una amplia
gama de pacientes. Ningún protocolo ni medicamento es efectivo en el cien por cien de los casos y en estos casos es necesario desarrollar el arte de sanar.
Comentaba estos pensamientos con una paciente. Le decía que lo que me gusta es curar y su padre, un anciano de mente ágil interrumpió la conversación para decir
que vino a verme hace unos años padeciendo diarrea crónica y que se corrigió desde el inicio del tratamiento. “¿Que le comenté en su momento sobre lo que le pasaba? Pregunté al caballero y
sencillamente me contestó que no se lo dije. "Pero se curó, verdad, pues de eso se trata”.
Dr Carlos Miguel de Sola Earle
Especialista en Medicina del Aparato Digestivo